Una visita inesperada

Publicado: 9 agosto, 2010 en Relatos

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Como cada noche después de cenar, Brad cogió una botella de whisky y salió al porche de su vieja casa. Acompañado de su perro Black y su escopeta recortada de doble cañón, se sentó en una hamaca, que él mismo había construido, a observar sus campos de trigo.

Brad era un hombre mayor, vivía con su esposa Ángela que siempre estaba recluida en casa. Llevaban viviendo en aquel lugar más de 50 años y nunca habían presenciado nada fuera de lo común, hasta aquella noche.

Era una noche calurosa de verano, aunque donde él vivía siempre hacía calor, estaban pasando por una temporada nunca antes recordada, donde incluso los termómetros sobrepasaban los 30º al llegar el crepúsculo. Aquella noche, sobre el oscuro cielo se extendía un manto de estrellas que parecía no tener fin. Podían verse con claridad e iluminaban tenuemente los campos de trigo de Brad.

No había transcurrido más de media hora cuando Black,  que estaba tumbado junto a la hamaca de su amo, se incorporó. Con el pelo erizado y su cola tensa comenzó a gruñir y a ladrar mientras su cabeza apuntaba hacia el cielo. Brad intentó tranquilizar a su viejo perro acariciándole la cabeza. Mientras esto sucedía y le chistaba  para que dejara de ladrar, una extraña presencia alertó al campesino.

Éste inclinó su cabeza hacia arriba y observó lo que parecía ser una pequeña estrella aproximándose hacia ellos a una velocidad indescriptible. Su tamaño y forma aumentaban a medida que se acercaba a los terrenos de Brad.

No les dio tiempo a reaccionar cuando aquél astro o lo que quisiera que fuese penetró en los campos de trigo envuelto en una bola de fuego haciendo temblar el suelo. Se levantó una gran polvareda que impidió ver nada. El ruido del impacto aún resonaba en los oídos del anciano cuando mirando la botella de whisky, la cogió y la lanzó lejos como si fuera la culpable de aquella alucinación. Pero Brad sabía que esa situación no era producto de su imaginación y nervioso, agarró su escopeta, se levantó de su hamaca y respondiendo a la pregunta de su esposa sobre qué había sucedido con un silencio, se adentró en su plantación de maíz seguido por su perro Black.

Cuando se acercaron al lugar del suceso, el polvo aún impedía ver con nitidez qué se encontraba en el interior del agujero que se había formado frente a ellos. Poco a poco, a medida que el ambiente se despejaba, distinguieron un artefacto de enormes dimensiones de color blanco. Parte de la superficie del mismo estaba quemada por la gran bola de fuego en la que vino inmerso.

Brad no podía creer lo que estaba viendo. Había  sucedido algo que deseaba ver hacía tiempo. Rápidamente y con miedo, se quitó los tirantes del peto vaquero y comenzó a desabrocharse los botones de la camisa. Le costaba trabajo, debido a que en su otra mano empuñaba la escopeta y no tenía intención de dejarla en el suelo.

– ¡Ángela!, ¡código 4886, rápido! – gritó el anciano mientras seguía desabrochándose los botones.

Un ruido de descompresión se produjo en aquella especie de nave. Lo que parecía una puerta, comenzó a abrirse lentamente dejando emanar una luz blanca de su interior. A Brad no le dio tiempo a desabrocharse los botones. Cogió su escopeta con las dos manos y bajó por el terraplén que había formado el impacto de la nave al estrellarse contra el suelo.

Cuando la compuerta se había abierto por completo, Brad distinguió una sombra que provenía del interior de la nave. Esta sombra se movía de un lado para otro, apareciendo y desapareciendo de la apertura que había dejado la puerta al abrirse. Black ladró  a la sombra sin moverse de la posición en la que se encontraba su amo. Ésta se detuvo y poco a poco se dirigió hacia la puerta. Lentamente, la sombra anunció el perfil de una figura. Era de un tamaño superior al del anciano, corpulenta, llevaba una especie de traje protector y cubría su cabeza con un gran casco que impedía ver su interior.

Aquel sujeto pisó tierra sin percatarse de la presencia de Brad y su perro.

– Alto ahí ser extraño, vengas de donde vengas no voy a permitir que des un paso más sobre mis campos de trigo – dijo el campesino lentamente mientras cargaba su recortada y apuntaba a aquella figura. Ésta se detuvo. Alzó sus manos y se giró lentamente hacia  la posición de Brad. Parecía haberle entendido perfectamente.

El anciano, nervioso, volvió a desabrocharse los botones de la camisa que le quedaban cuando Black, se lanzó a por el ser que había bajado de la nave. De un salto y apretando bien sus mandíbulas, se enganchó a una de sus piernas.

– ¡Black!, ¡vuelve! – gritó Brad mientras volvió a sujetar fuertemente su escopeta con las dos manos.

El ser de la nave desenfundó una especie de arma, apuntó al viejo perro y apretando el gatillo acabó con su vida.

– ¡Nooooo! – gritó el campesino a la vez que disparaba dos veces sobre el cuerpo del asesino de Black. Éste cayó al suelo convulsionando. Brad se acercó empuñando todavía la escopeta al cuerpo del alienígena. Su casco estaba desquebrajado aunque no podía ver su cara. El ruido de decenas de naves volando y dirigiéndose a aquel lugar alertaron al anciano.

No pasaron más de dos minutos cuando toda la plantación de Brad se encontró acordonada por helicópteros, aviones, vehículos de cuatro ruedas, etc. El campesino bajó su arma. Se encontraba frente al cuerpo de aquel ser que agonizando intentaba quitarse el casco. Brad estaba paralizado.

Un hombre rubio con traje negro bajó de uno de los helicópteros. Iba acompañado por otros tantos vestidos de igual manera y se acercaron al lugar donde se encontraban el campesino, su perro y el alienígena. El señor rubio no articuló palabra alguna. Sacó de su bolsillo  una especie de aparato que emitía una luz azul y lo acercó al cuerpo e Brad. Comprobó los datos que marcaba la pantalla del mismo, lo apagó, se agachó y quitó el casco del alienígena después de alzar su mano y chascar los dedos.

En ese momento un grupo de personas se acercaron al lugar con una camilla. Brad observaba la situación inmóvil. Aquel ser tenía las mismas características físicas que ellos. Estaba agonizando, apenas podía respirar y parecía intentar decir algo. Su cara estaba manchada con un líquido viscoso de color rojo que no dejaba de brotar de su cabeza. Brad miró a su perro, se dio la vuelta y vio a su mujer retenida por unos hombres que parecían estar hablando con ella.

Cuando llegaron los individuos con la camilla el señor rubio dijo:

– Comprobar soporte vital. Aislamiento absoluto, código 30-03.

Recogieron una muestra del liquido viscoso y lo introdujeron en una máquina. Cuando obtuvieron resultados, colocaron una especie de máscara al ser que estaba tumbado y luchando por respirar. En ese momento inspiró profundamente, como si aquel artefacto le hubiera dado la vida.

– Llevaosle también. No tiene activado el escudo – continuó diciendo el hombre rubio mientras señalaba a Brad.

Tres individuos se acercaron al campesino y le redujeron sin resistencia alguna por su parte.

– Tenemos que averiguar de donde procede este sujeto antes de que sea tarde – oyó Brad decir al hombre rubio mientras daba instrucciones a sus compañeros. – ¿Y si proviniera de… – contestó otro de los hombres vestido de negro.

– No creo que hayan conseguido la tecnología suficiente para llegar tan lejos – le cortó el personaje rubio con tono serio.

Un hombre con bata blanca se acercó a los hombres de negro y con tono asustadizo dijo:

– Caballeros, lo hemos confirmado. Han comenzado su expansión, el ser procede de El Planeta Tierra.

Brad fue conducido junto con el terrícola a un laboratorio secreto donde sufrió cientos de agonizantes pruebas por haber estado en contacto con el alienígena sin su escudo protector.

Gracias por perder el tiempo conmigo.

Neme.

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comentarios
  1. Anónimo dice:

    Muy Bueno!

  2. Tarbi dice:

    lo mejor de todo son tus finales

  3. CHILLON dice:

    ANIMO ,ESTAMOS ESPERANDO CADA DIA TU RELATO.NOS TIENES ENGANCHADOS.ES COMO SI COMPRARAS EL PERIODICO PARA LEER EL RELATO DIARIO Y SU FINAL,QUE SIEMPRE NOS SORPRENDE

  4. elcisnenegro dice:

    Excelente, no sé qué más se puede decir ante estos grandes relatos. Sigue así. Un saludo de tu amigo «el cisne negro»

    • Gracias El Cisne Negro, la verdad es que sin tu inestimable ayuda perderían calidad ortográfica 😀

      Estoy preparando una que te dedicaré en cuanto coja forma en agradecimiento a tu fidelidad como lector.

      Un Saludo.

  5. Anónimo dice:

    me encanta!!!» menudo final!!!!

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